sábado, 11 de agosto de 2012











ELEMENTOS PARA EL ESTUDIO DE LA INDUMENTARIA VALENCIANA: EL  VESTIDO DE LA MUJER (1787-1812) (1) 

por VICENT FERRANDlS MÁS.

PREÁMBULO
Cada día es más urgente rescatar el pasado cultural de los valencianos; en el presente estudio voy a dar a conocer un aspecto muy concreto del mismo: la indumentaria. Nuestro vestido tiene un pasado poco conocido, presentándose en la actualidad fuertemente desdibujado y deformado; la razón debemos atribuirla a dos motivos principalmente: la falta de estudios que traten el tema con el suficiente rigor científico, donde las personas que tengan interés en conocerlo puedan allí encontrar la información que necesiten; y un segundo, mucho más importante: el de los comerciantes, que generalmente poco informados, e interesados en la mayoría de las ocasiones en ganar dinero, hayan ido adulterando y mutilando nuestro vestido tradicional y dándole las características más convenientes a su negocio. 

Muy frecuente es también que algunos valencianos cuando visten nuestro traje olvidan que debe , ser utilizado con el máximo respeto, pues con ello se rinde un homenaje a los valencianos que nos precedieron y no ir introduciendo novedades en nuestro vestido para diferenciarlo de otros.

Nuestra meta consiste en determinar la existencia de un vestido valenciano nacional autóctono. Debemos en primer lugar preguntarnos si existe ese pretendido vestido típicamente valenciano, es decir, peculiar nuestro, qué parecidos tiene con otros y cuáles son las diferencias. No quisiera que el lector pensara que aquí va a encontrar un traje claramente diferenciado e inconexo con los otros vestidos peninsulares; por el contrario, sólo va a encontrar algunos detalles diferenciales, junto a muchas corrientes internacionales fuertemente asentadas en él.

Desde la prehistoria va creándose un sustrato, fruto del asentamiento de diversas culturas, muchas de ellas procedentes de áreas geográficamente distantes, y que poco a poco van determinando un modo de vida definido. Pero tan importante como la tradición cultural lo es el país, fuerte determinante de las costumbres de las sucesivas generaciones que van estableciéndose sobre él.

En el vestido, el clima es un factor que influye decisivamente en el grueso de los tejidos, en la materia prima a emplear para la producción de la tela, de modo que si no se tiene esa materia se busca; en la cantidad de prendas que se usan simultáneamente; la lluvia y la temperatura condicionarán las cosechas, que se producirán en vistas a la obtención de fibras textiles.

Las influencias culturales serán decisivas a la hora de establecer las formas de los vestidos y en las modas que se sucederán en las diversas épocas.

Me gustaría que este trabajo sirviese para concienciar a la gente que aún hoy es poseedora de piezas auténticas de nuestro vestido, y que aunque sean de telas ricas o pobres, estén en buenas o malas condiciones, comprendieran que de cualquier modo son un documento que cabe conservar y dar a conocer, evitando así su destrucción. La negligencia en destruir una pieza de ropa es la misma que tener un libro al que le fuésemos quemando las hojas, después no lo podríamos leer.

PERÍODO Y ÁREA GEOGRÁFICA ESTUDIADA.

El vestido que en la actualidad se entiende por típico valenciano, está fundamentado en las modas del siglo XVIII; la esencia es claramente dieciochesca, con algunas modificaciones posteriores, de los primeros años del siglo XIX. El botánico Antonio José Cavanilles, que vivió en esta época, nos habla de un vestido diferenciado y más típico de nuestras tierras (1).

Por lo que pensé que mi investigación debía ir orientada al vestido valenciano de los últimos doce años del siglo XVIII y a los doce primeros del XIX. El concretar estos años fue debido a las importantes consideraciones realizadas sobre el vestido por Cavanilles y por otro lado la fecha determinante del alzamiento contra los franceses.

Referente al área geográfica estudiada, también Cavanilles en sus Observaciones nos influye en la decisión a tomar; él nos habla del vestido en la Huerta de Valencia, del que nos hace una descripción bastante completa, al tiempo que nos indica que ése es el vestido nacional; más tarde, al hablar de otras comarcas nos dice que es el mismo: «Las ocupaciones y traje de Anna son como en las inmediaciones de Valencia.»

Al hablar de los Valles de Cofrentes, Ayora y la Canal de Navarrés, nos hace algunas puntualizaciones sin importancia:
«Usan los hombres calzones más ajustados, más largos y por lo comun de la tela negra ... Los de Millares y Cortes, hombres y mugeres no gastan otro calzado que alpargatas de esparto, ni por lo comun jamas han usado medias ... Llevan los hombres largos monterones de paño en lugar de sombreros y monteras valencianas.»

Sobre los pobladores de Gandía también establece algunas diferencias:
«Otros curten y preparan las pieles que deben servir para las hermosas correas bordadas con gusto, que ciñen los labradores de aquellos pueblos en vez de la faja, tan introducida como vimos en la Huerta de Valencia ... No hay tanta variedad en el vestido respecto a los labradores, siendo en todos uniforme y reducido casi a lo necesario.»

Todos estos detalles nos hicieron pensar que estaba bastante claro que lo más representativo del vestido valenciano en la época que tenía que estudiar era la Huerta de Valencia. También pensé que la ciudad de Valencia, con sus oficios liberales, así como por el clima burgués que siempre respiran las grandes ciudades, era conveniente tratarla por separado.

La documentación utilizada corresponde a las siguientes poblaciones: Campanar, Patraix, Russafa, Benimaclet, La Creu Desmotxada, Manises, Quart, Aldaya, Alaquás, Godella, Paterna, Foyos, Vinalesa, Monteada, Meliana, Cases de Bárcena, Benimárnet, Burjassot, Museros, Carpesa, Alrnássera, Albalat deis Sorells y Valencia. De Torrent, la población más importante de la Huerta después de la capital, no hemos localizado documentación corres¬pondiente a éste período.


FUENTES DOCUMENTALES.

Para confeccionar el presente estudio he utilizado documentos procedentes de las secciones de protocolos notariales de los Archivos del Reino de Valencia y del Real Colegio del Corpus Christi. En detalle, sus signaturas son las siguientes:






En estos protocolos he estudiado sólo aquellos documentos que se refieren a los contratos matrimoniales y a los inventarios de bienes, donde se relacionan las piezas del vestido que se aportaban al dote por parte de la mujer (en el primer caso) y todos los bienes muebles e inmuebles que poseían para hacer la partición de la herencia (en el segundo caso).



METODOLOGÍA

Una vez localizada la documentación, para poderla trabajar con comodidad, realizamos sólo la transcripción de las partes correspondientes al vestido, despreciando la ropa de la cama y otras empleadas en el adorno de la casa. Como el vestido del hombre sólo aparece en los inventarios de bienes por defunción de la persona, he decidido dejar por ahora de estudiar la ropa del hombre, esperando tener mayor documentación y que su estudio sea más representativo.

Después procedí a clasificar las piezas del vestido en fichas individuales, codificando todos los documentos, dotes o inventarios con una letra que designa su área geográfica, asignando letras a las siguientes zonas, aunque ahora sólo abarque en este estudio la ciudad y la Huerta de Valencia:

A)       La Huerta de Valencia y los cuatro cuarteles de las afueras de la ciudad.
C)       Valencia ciudad, sólo de las murallas hacia dentro.
D)       La Hoya de Buñol.
E)       Vall de Sagunt, la Calderona y el Camp de Llíria.
F)       La Serranía.
G)        Requena-Utiel.
H)        Los Valles de Ayora-Cofrentes y Canal de Navarrés.
I)         Ribera del Xúquer y Valls dels Alcalans. 1) Gandía y la Valldigna.
J)         Valls de Montesa-Albaida y la Costera.

A continuación del área geográfica, se designaron las fichas por un número de orden; además se anotaron los detalles más importantes de cada pieza: la tela, el color, la guarnición, y cuando alguna pieza lo requería, otros datos de interés. Después de haber desglosado todos los dotes e inventarios de bienes en fichas individuales se procedió a contabilizarlas, determinando así la frecuencia de aparición de tejidos, colores, guarniciones y otros detalles.


LA ESTRUCTURA SOCiAL DE LA ÉPOCA.

Lógicamente, en éste período la mayor parte de la población estaba dedicada a la agricultura; según Castelló Traver (2), 156.000 habitantes eran labradores, la industria artesana era de unos 34.000, otras actividades como la del clero, criados, funcionarios, empleados con sueldo del rey, soldados, escribanos, comerciantes y nobleza eran unos 34.000 más.

La población de la ciudad de Valencia tenía al iniciarse este período, aquí estudiado, una población de 68.500 habitantes, sin contar los cuatro cuarteles de las afueras, y la Huerta rondaría seguramente los 44.000. Veinte años más tarde A. Laborde (3), nos da la cifra de 100.000 para la ciudad y de 60.000 para la Huerta, indicando que de los de la Huerta en los cuatro cuarteles de la ciudad vivían unos 18.000 habitantes.

Tomando el modelo que nos da Castelló Traver, vemos que el 70% de la población está dedicado a la agricultura, el 30 % son artesanos, otros oficios liberales, miembros de la nobleza o empleados. Nuestro trabajo es un muestreo realizado con unos 112 labradores (incluyendo un pastor y un molinero) y unos 43 casos de los que practican oficios liberales, entre los que tenemos cirujanos, abogados, maestros del arte mayor de la seda, albañiles, caleseros, alpargateros, alfareros, chatarreros, herreros, empleados de correos, barberos, porteros de cárcel, calceteros, floristas, carboneros y terratenientes. Nuestra muestra da un 72% de labradores y un 28% de oficios liberales, que se aproxima bastante a la estructura de la población en el período estudiado. 

También cabe decir que en cuanto a variedad de los oficios, están aquí representados casi todos los gremios.



EL VESTIDO DE VALENCIANA Y SU PROBLEMÁTICA

Muchas páginas se han escrito sobre la riqueza del vestido de la valenciana, y probablemente se tenga razón, tal vez más porque los otros vestidos españoles sean más pobres por sus materiales y no realmente porque nuestro vestido sea extraordinariamente rico.

En la actualidad la mujer valenciana acostumbra a vestirse en las fiestas falleras con un vestido denominado de valenciana. Ese vestido en esencia es un traje del siglo XVIlI, pero con unas susutuciones que corresponden a modas posteriores.

Es difícil precisar cuál es nuestro vestido más característico, porque podría ser cualquiera utilizado desde la Edad Media (por decir algo) hasta hoy. Así pues, para empezar a hablar del asunto primero debemos hacer algunas reflexiones:
1º.  Queramos o no, hoy existe un vestido llamado de valenciana, utilizado en las fiestas falleras, con una tradición de un centenar de años.
2º.  El vestido no ha surgido sin más, sino que es en esencia un vestido auténtico, al que se le han introducido muchas deformaciones y mutilaciones, que convendría corregir, devolviéndolo a sus primitivas características.
3º.  Buscar en épocas anteriores para darle al vestido un mayor tipismo sería infructuoso, al no encontrar ningún vestigio que fuese suficiente para darle vida.
4º.  Intentar darle e incluso conservar las características de las épocas posteriores sería fatal, ya que carecen de la tradición suficiente, además de ser las que tienen un mayor número de influencias extranjeras.

Por todo ello pienso que el vestido de valenciana es el que es, porque lo es y porque se ha ganado internacionalmente ese nombre y nos debe enaltecer el llevarlo, aunque no sea demasiado diferente al de otras naciones. Aunque es mi opinión que debemos de tener unas normas claras para su verdadera recuperación, ya que si ahora no hacemos un esfuerzo por revitalizar lo antiguo y auténtico, reproduciendo las piezas sobre originales antiguos de una manera científica, los comerciantes, ávidos de sacar novedades por tal de vender más, poco a poco irán destruyéndolo, hasta reducirlo a un simple disfraz.

Pasaré ahora a describir lo que pienso que es característico del vestido de valenciana del siglo XVIlI y que perduró durante la primera mitad del siglo XIX.

Comenzaremos por el guardapiés o falda, que debe ser confeccionada con tejido de tela de seda lisa y en todo caso de estofa ordinaria, conocida como basta; de colores verde, azul, amarillo o rosa; para darle un mayor realce cabe guarnecer los bajos con puntillas o agradables de oro o plata sobre los verdes y azules, y con farfalanes y franjas de cualquier color, sobre todo los amarillos.

El sagaleco o falda de algodón debe ser de algodón de calidad, pintado con flores y ramajes; en la actualidad es muy difícil encontrar telas parecidas a las antiguas; para un mayor lujo se pueden guarnecer con farfalán del mismo tejido o blanco y también con una cinta de seda.

La basquiña o falda oscura será indistintamente de seda o lana, preferiblemente de tejido sargado o de tafetán, a ser posible negra; los bajos, en caso de guarnecerlos, se hará con una franja de terciopelo sobrepuesto.

La cotilla o coset será de seda, a ser posible espolinada, de basta o adamascada; el color preferible es el rojo con todas sus tonalidades, seguido del azul, verde o morado, nunca negro; las costuras principales irán guarnecidas con puntillas, agradable o galones de oro o plata muy estrechos; esta guarnición es conveniente colocarla sólo en los tejidos que no son espolinados.

El jubón o cuerpo de mangas será de seda y en algún caso de lana; los tejidos más adecuados son el terciopelo de muestra (hoy ignorado por los artesanos de la seda, que prefieren hacer telas más rentables), de terciopelo liso o rayado, los tafetanes y los sargados; los colores deben ser los negros y los morados como más usuales, pudiéndose utilizar otros muchos. Las mangas pueden ser indistintamente largas o cortas, pero muy ajustadas. Las guarniciones, como las de las cotillas.

El delantal debe ser confeccionado con mosolina blanca (hoy conocida como batista de algodón fino), de lienzo fino, o seda fina de color negro; se puede guarnecer con encajes y también bordarlo con punto de cadeneta.

El pañuelo del cuello puede ser de las mismas telas que el delantal; su color más usual es el blanco, pudiéndose permitir en algún caso el negro, por lo regular guarnecido de encaje y bordado con punto de cadeneta. Puede ser cuadrado o triangular, pero es más manejable el triangular o medio pañuelo.

La mantellina tendrá forma de semicírculo, hecha con telas de lana fina (como la bayeta o la franela), también de mosolina o de tafetán de seda; el color preferido es el blanco, pero puede usarse también el negro; la guarnición puede ser de encaje colocado en el borde o una cinta de terciopelo en la parte interna del borde; las de mosolina blanca pueden ir bordadas a punto de cadeneta.

Las medias, a ser posible de seda, de color rojo-carmesí, blancas o azules. Su largo debe ser justo por debajo de la rodilla. El zapato, con tacón no muy alto o sin él, escotado y engalanado con hebillas de plata, lazos o madroños de seda; el material para su construcción será cualquier tela de seda o piel fina; el color, cualquiera, aunque son preferibles el negro o blanco.

Vamos a pasar al estudio, la descripción de cada una de las piezas del vestido de valenciana, estudiando en cada una de ellas primero su origen, sus modos de confección (telas, color, etc.), finalizando con las conclusiones resultantes después de observar las cifras obtenidas de los documentos.


LA CAMISA

Es una pieza de la ropa interior de la mujer, de origen muy antiguo; aparece durante la Edad Media, conocida en los siglos XIX y XV con el nombre de «alcandora» (4); su origen parece estar en nuestra península, de donde se expandiría a todo el mundo; su nombre primitivo de alcandora nos indica su origen morisco.

Tradicionalmente, para su confección se han utilizado tejidos diferentes para el cuerpo y para las mangas. El cuerpo, conocido en Valencia como «arbre», se confeccionaba generalmente de lienzo casero o con lienzo fino del país; en las mangas, «eixelleró» y «cabec», las telas eran de lienzo más fino como Holanda, Grenoble y otras.

Las costumbres de hacer las camisas con telas diferentes para el cuerpo y las mangas ya nos la comenta Francesc Eiximenis en su Llibre de les dones maridades (5), escrito en la época que el autor residía en Valencia y que dice así: «E dins porten alcandores delicades ab manegues d'altre ley.» Más tarde el libro se volvió a editar traducido al castellano , y fue cuando se actualizaron algunas definiciones, entre ellas la de la camisa, traduciéndose del siguiente modo: « Y dentro traen sus camisas delicadas, con las mangas muy anchas, llenas de gayas y randas de mucha polideza».

Más tarde, en el inventario de Jaume Torres (6),  encontramos camisas de mujer profusamente adornadas con listas negras y amarillas con cabezones de oro.

El modelo de camisa que aquí vamos a estudiar es el que corresponde a los siglos XVIII y XIX, del cual conocemos gran cantidad de ejemplares que han llegado a nuestros días. El modelo consiste en un cuerpo que cubría desde los hombros hasta por debajo de las rodillas, con un gran vuelo.

Las mangas son por lo general cortas, sin llegar a los codos, aunque se conocen algunos extraños ejemplares de manga larga; lo más frecuente es que la manga esté fruncida con un cordoncito o cinta; en algunas ocasiones llevan una tirita bordada a juego en el cabezón o «cabec» y que se ceñía con unos botones. El «cabeç» consiste en una tira de lienzo fino, generalmente bordada, que rodea el escote del cuello en su parte delantera, pasándose por medio de unos botones. La mayor parte de las camisas llevan una delicada guarnición de encaje que bordea el cabezón; también las mangas llevan guarnición de encaje, llamándole randa, no encontrando ningún ejemplar por el momento que la lleve de aguja (7).

La guarnición de bolillos o de randa en muchos casos estaría realizada por la propietaria de la camisa o bien procedería de los talleres de Novelda.(8)




Partes de una camisa.
A.        Arbol.
B.        Mangas.
C.        Cuadrillos.
D.        Gayas.
E.         Cabezón.
F.         Hombreras


Otros detalles interesantes de la camisa son los refuerzos en forma de corazón, y que se conocen por este nombre, así como el refuerzo de hilos, de gusto primoroso, colocado en la abertura del pecho, y también el bordado que se hacía en la camisa en la parte delantera de los hombros. Pasamos ahora a los datos que nos ofrecen los documentos estudiados:





A la vista de lo expuesto queda claro que las camisas de la mujer son invariablemente de lienzo dentro de las variedades. Entre las mujeres de la Huerta el lienzo casero, que representa un 75 % del total, es el más abundante, seguido por el lienzo fino, comprado en la botiga y que en realidad es el mismo lienzo casero pero seleccionando las fibras más finas; los otros lienzos de fuera del país sólo representan poco menos del 6 %. Entre las mujeres de la ciudad el lienzo casero no llega al 37 %, el lienzo fino de botiga alcanza un 40 % y los otros lienzos importados suponen un 23 %.



Camisa realizada de lienzo casero para el árbol y lienzo fino para las mangas.
Procede de Aldaya. Colección Ferrandis-Bermejo.
    
Las guarniciones, corno antes hemos indicado, suelen ser de encaje; entre las mujeres de la Huerta representan el 31 %, en la ciudad sólo lo son un 5 %. Resulta un tanto extraño que sea la mujer de la Huerta la que lleve las guarniciones, especialmente en las mangas y que no las lleven las de la ciudad. Para mi, la explicación, podría estar en que la mayoría de las mujeres de la Huerta, acostumbrarían a circular con justillo y por tanto las mangas de la camisa serian mas visibles.





Camisa realizada en lienzo casero y las mangas de lienzo fino. 
Se aprecian los detalles del cabezón guarnecido con encaje, del bordado de las hombreras y de la colocación de la manga. 
Procede de Aldaya. Colección Ferrandis-Bermejo.


El otro tipo de guarnición, la cinta, es en cantidades poco representativas. También aparecen camisas que llevan «vuelos», que serán objeto de estudio en otro apartado.

En cuanto a la cantidad de camisas que poseía por norma general cada mujer sale el número de media docena, tanto entre las mujeres de la Huerta como entre las de la capital.


LAS ENAGUAS

Es una falda interna, conocida desde antiguo con el nombre de brial; posiblemente no tuviera en un principio la forma actual, arrancando la forma que hoy conocernos de finales del siglo XVI o principios del XVII. La primera documentación que hace referencia a unos briales es en el inventario de bienes de Francesc Torrelleonada (9).

Están construidas casi exclusivamente de lienzo en sus distintas variedades, suelen llevar unas lorzas, que además de engalanarlas le dan una mayor consistencia. Para, sujetarlas a la cintura tienen recogida la cinturilla a modo de fruncidos en dos partes, una delantera, con dos cintas largas que se cruzan detrás y vuelven para atarse por delante, y la trasera, que lleva doble tela que la delantera, que posee dos cintas más cortas para atarse por delante. Los cortes de la cintura suelen estar rematados por los antes mencionados corazones y por el refuerzo de hilos.



Vestida con la ropa interior, compuesta por camisa y enaguas, ambas piezas construidas en lienzo casero. Proceden de Aldaya. Colección Ferrandis-Bermejo.

En los documentos estudiados encontramos:





El lienzo casero usado para las enaguas representa el 96 % del total; el lienzo fino de botiga, un 3 %; quedando el 1 % para los otros tejidos, si nos referimos a la Huerta; cambiando los porcentajes al estudiar las mujeres de la ciudad, donde el lienzo casero es el más abundante, con un 51%, seguido por el fino de botiga, un 20%, quedando para otros lienzos de importación el 29%.

Es evidente por las cifras aquí expuestas que las mujeres de la Huerta producen en sus casas el lienzo, y lo utilizan para sus prendas internas, mientras que en la ciudad compran normalmente los tejidos, detalle que se advertirá normalmente en todas las piezas.






Enagua guarnecida con encaje o entredós hecho a la aguja. Construida de lienzo casero y farfalán de lienzo fino. Procede de Aldaya. Colección Ferrandis-Bermejo.


Las guarniciones no son frecuentes, sólo representan e1 2% entre las mujeres de la Huerta y casi un 16% entre las de la ciudad. Las enaguas que llevan guarnición, ésta suele ser de encaje, de franja o de farfalán.



LAS FALDILLAS, «FALDELLÍ» o SAYA.

Es una prenda por lo general de utilización semi-interior, que en muchas ocasiones se llevaba al exterior. Según las épocas y las áreas geográficas ha recibido distintos nombres. En la Serranía es conocida por saya; en la Plana de Requena-Utiel, por saya o refajo, y en la Huerta toma el nombre de sagaleig o saga/eco, sin ser un auténtico sagaleco, como más adelante veremos; es muy probable el que se la llame sagaleco por ser una falda de poca calidad, muy apropiada para hacer las faenas de la casa.

Fray Hernando de Talavera (10), nos dice refiriéndose a las mujeres que se dedican a los trabajos domésticos que apartan las sayas para hacer esos menesteres: «suplen allí las faldetas de vil y grueso paño». Para Cobarrubias (11), «las faldillas, faldetas o faldellín son la mantilla 12 larga que traen las mujeres sobre la camisa». Durante los siglos XVI y XVII eran en nuestra tierra una prenda muy frecuente que después se arrinconaría durante el siglo XVIII y que a finales del XIX volvería a reaparecer.

Pasamos ahora a ver los datos que nos dan los documentos estudiados; nada más se encuentran entre las mujeres de la Huerta cuatro faldetas que estén hechas de bayeta y de las cuales dos son rojas; entre las mujeres de la ciudad encontramos dos de colores no especificados y una roja.

La documentación estudiada es, pues, insuficiente para poder dar una explicación de cómo eran estas faldillas, por lo que nos vemos forzados a describirla.



Detalle del cuadro del ángel tutelar de la villa de Ayora, pintado por Vicente Lopez Portaña.
Podemos advertir el vestido de una mujer mayor, de la zona del interior de las tierras valencianas, con su faldilla o saya de lana y nos sirve también para ilustrar la mantellina de bayeta blanca de la que hablaremos mas adelante.


Los ejemplares que físicamente conocemos y que además son muy recientes, están hechas siempre de géneros de lana, por lo regular de tela de lana o bayeta, siendo los colores más frecuentes el rojo y el amarillo, seguidos a cierta distancia por otros colores como el azul, verde, blanco, marrón.

La confección es la misma que hemos descrito para las enaguas; se sujetan a la cintura por unas cintas; como refuerzo a los cortes de la cintura llevan un sobrepuesto de retal. El borde inferior solía rematarse con un cordoncillo de terciopelo. También es importante la cerca, que consiste en una tira de tela rayada o estampada, de un palmo de anchura, que todas estas faldas llevan cosidas en su parte baja, por la parte interna, para darle una mayor consistencia.

Existen diferentes clases de sayas; la más sencilla es la que no lleva guarnición; un segundo modelo es el que lleva una sencilla ornamentación formada por una o dos tiras de terciopelo negro, a menudo bordeadas por cordoncitos blancos; otro modelo es el que lleva una cenefa de retal, trepado por lo general con los colores negro o verde; un cuarto tipo corresponde a las que llevan un dibujo impreso con tintas duraderas de color negro; por último tenemos aquélla de apariencia más lucidora, con ornamentación bordada con lanas monocromáticas o policromáticas. Los temas ornamentales son variados; los encontramos geométricos, vegetales, animales y motivos varios. También la anchura de la zona con decoración es variable, pues la hay que sólo poseen una sencilla decoración en la parte baja, mientras que otras están profusamente decoradas en casi toda la tela.

De cualquier modo, hoy por hoy estas piezas están poco estudiadas, por lo que hace falta realizar un trabajo en profundidad que permita establecer una cronología con los diversos modelos existentes. Personalmente creo que los modelos más antiguos son los que llevan tiras de terciopelo negro sobrepuestas, seguidas por las de retales decorados a trepa o bien pintados, siendo las bordadas las más modernas. Esta cronología viene a coincidir con la que ya propuso Julio Mas (13), para los refajos de diversas localidades murcianas. No obstante en mi opinión esta es una prenda que se generalizó en las tierras valencianas muy a finales del siglo XIX, que ni se debería haber estudiado en este trabajo.



EL GUARDAPIÉS.

Es la verdadera falda externa, confeccionada con géneros de seda. Al igual que las enaguas y las sayas tiene la cintura partida en, dos, una delante y otra detrás, sujetándose a la cintura por cintas. El largo de esta pieza es difícil de precisar, pues tanto en las pinturas como en los grabados o dibujos donde las podemos observar, es muy variable; no obstante, queda claro que los modelos más generalizados llegarían hasta los 10 cm por encima del tobillo.

Como se puede observar, las mujeres de la Huerta utilizan para los guardapiés tejidos de seda de baja calidad, un 76%, como el hiladillo y el alducar, proceden es por lo general de la misma casa de la labradora; también utilizaba otras telas de seda fina, como el tafetán, doblet, musulmana, tercianela, nobleza, alafaya, saya de reina y picote, que representaban un 7%; los tejidos como la espiguilla y melanias sólo representan un 5%; los ricos tejidos espolinados como napolitanas, superior, y espolín de oro o plata también representan un 5%, mientras que las lanas y el algodón sólo son el l%, lo que nos hace pensar de estos últimos que pudiera tratarse de sagalecos que por error se han anotado en los documentos como guardapiés.

En las mujeres de la ciudad las telas lisas de alducar o escuma son el 87%, mientras que las ricas telas algo más del 4%.



Los colores en los guardapiés de las mujeres de la Huerta son el verde, 51'74%; el azul, 32'26%; el amarillo o «pallós», algo menos del 9%; el rojo, en sus diferentes tonalidades de carmesí, rosa y aurora, al igual que los morados, no llega al 1 %; el blanco siempre aparece como color de fondo en los espolinados.





Totalmente vestida, con guardapies de alducar azul y con guarniciónes de oro.
Lo complementan el justillo, camisa, delantal, pañuelo y joyería.

En cambio en la ciudad el color más abundante es el rojo, en sus tonalidades de rosa y pulga, 31%; el azul, 21'73%; el verde, 17'39%; el amarillo, 13'04%, y el blanco, 4'34%.




Las guarniciones son frecuentes en la Huerta, un 45 %; la más empleada es la de puntillas, agradables y galones de oro y plata; las de oro siempre aparecen sobre guardapiés verdes y las de plata sobre guardapiés azules, mientras que en los guardapiés amarillos su guarnición consiste en farfalán blanco o amarillo o bien franjas sobrepuestas. Otra guarnición importante es la de farfalán; lo más frecuente es que ésta sea de gasa, mientras que el color es blanco o del mismo que el guardapiés; las otras guarniciones con tejidos sobrepuestos representan un 18% sobre los guardapiés guarnecidos. Entre las mujeres de la ciudad las guarniciones no son frecuentes; las más abundantes son las de farfalán.



EL SAGALECO.


Es una falda exterior utilizada sobre todo en los meses estivales; era una pieza de poco vestir, muy utilizada en los días de trabajo. Es conocida por los nombres de «sagaleig» y por zagalego o sayalejo en los pueblos de habla castellana. Su confección era similar a la de las otras faldas, con la cintura partida en dos. Los bajos era frecuente que llevaran guarnición.

En la Huerta las telas para confeccionar los sagalecos son casi siempre de algodón, en sus diferentes formas; la indiana, con un 77%, y que sí agrupamos a toda la familia de percales pintados como calicos y calancares; otros tejidos de algodón, cotonia, percal, sarasa y mosolina representan 12% mas. Otras fibras como el lienzo, la lana o la seda son poco frecuentes.

En la ciudad las indianas de algodón son utilizadas en un 58% de los casos para su confección, mientras que los lienzos representan un 9%. En los inventarios de la ciudad los sagalecos no llevan anotados las telas corrientes y de poca calidad utilizadas para su confección.


Los colores no están anotados en casi ningún documento, debido a . tratarse de telas pintadas o bordadas.




Zagalejo perfectamente representado en el belén realizado en el taller de  Francisco Salzillo en Murcia, aunque probablemente por Roque Lopez para la escena de la Degollación de los Inocentes.  Esta imagen nos sirve para ilustrar también las medias, en las que se puede apreciar el cuadrillo y el calzado.

Llevan guarnición aproximadamente un 25% en las mujeres de la Huerta, consistiendo ésta en la mayor parte de los casos en una cinta sobrepuesta o en encajes. Los farfalanes no abundan; si los hay son de mosolina. Las decoraciones son pinturas de flores y ramajes.

En la ciudad las guarniciones más frecuentes son las de farfalán. Entre las decoraciones son menos las pintadas, las hay a rayas y bordadas sobre mosolina.





LA  BASQUIÑA.

Los orígenes son bastante antiguos, remontándose a finales del siglo XV (14); en un principio era una falda estrecha y de poco vuelo. Covarrubias (15), nos dice refiriéndose a la basquiña: «son cerradas y entran por la cabeza»; por esta descripción fácilmente reconocemos las basquiñas, que aún hoy en día utiliza alguna mujer de Ansó, en el Alto Aragón.

En la época aquí estudiada, la basquiña parece haber evolucionado con mucho más vuelo, ya no entra por la cabeza, es por lo general negra o de colores oscuros, como el marrón, gris, azul o morado. Las telas son de seda o lana. La guarnición está formada por tiras o franjas sobrepuestas.




Como podemos observar fácilmente en el cuadro precedente, el material más usado en la Huerta es la seda, y dentro de ésta, los sargados suponen casi el 53%; los de tafetán, un 26%; los géneros de lana, un 9%. El color siempre empleado es el negro, excepto en un caso; no obstante son bastantes en los que no consta el color. No son muchos los que llevan guarniciones en la Huerta, pero cuando la llevan son de encaje o franjas.

Como ya hemos comprobado en muchas piezas anteriormente, existe una notable diferencia en el vestir de la mujer en la Huerta y en la capital; así vemos que las mujeres de la ciudad utilizan poco las sedas sargadas, el 4'50%; más el tafetán y otras telas de seda lisas, e1 43%; los géneros de lana son un 34%, quedando algunas telas como la Manresa y el bobillo, que no conocemos la fibra empleada en su confección.





Señora mallorquina, vestida con basquiña que probablemente es de musulmana y arrebozada con el manto, de que hablaremos mas adelante. Se trata de un dibujo de Cristobal Vilella Amengual, a finales del siglo XVIII. Pertenece al manuscrito Trajes de la Isla de Mallorca que se conserva en la Biblioteca de Palacio. Madrid. La fotografia es de Donald G. Murray.

Son muchas las basquiñas descritas que no llevan indicado el color; entre las que lo llevan, el más abundante es el negro. En la ciudad de Valencia observamos otros colores, dos tonalidades de marrón (San Pascual y del Carmen), además del morado y el azul. Las guarniciones también son más frecuentes en la ciudad, representando los sobrepuestos de tela casi el 32% del total y el 93% de las guarnecidas.

La utilización de la basquiña sufre un cambio importante a partir del siglo XVII; hasta entonces era como una saya, de utilización cotidiana; más tarde queda relegada a los duelos y otras ceremonias religiosas.



EL VESTIDO.


Antes de entrar en materia dejaremos claro que no tenemos absoluta certeza cuando los documentos relacionan el vestido si quieren con ello indicar un vestido de una sola pieza, es decir, la falda y el jubón unidos por la cintura, o que se trate de dos piezas separadas que forman un conjunto.

En algunos documentos figuran jubón y sagaleco relacionados juntos, de un mismo tejido, sin llamarles vestido, y después en el mismo documento un jubón de la misma tela; además en casi todos los inventarios o dotes aparecen jubones, sagalecos, guardapiés y vestidos juntos, añadiéndose en algunas ocasiones «vestido entero». De todo ello puede desprenderse que cuando aparece el vestido tal vez se refiere a una sola pieza.



Un hecho queda patente en la documentación consultada: que sólo aparecen vestidos dentro de la ciudad de Valencia y no en la Huerta. Para su confección se emplean telas similares a la de los sagalecos, sobre todo algodones, un 54%, y algunas sedas, un 21%.

Entre los colores el blanco representa un 36%, que aparece sobre todo en mosolinas; los otros colores están sobre tejidos indeterminados, probablemente de seda.

Las guarniciones no son frecuentes, algo más del 28%, siendo las conocidas de franja o de cinta sobrepuesta y farfalán. Las decoraciones más abundantes están pintadas en un 36%, en algunas ocasiones con flores; las bordadas, generalmente en blanco; en un caso el bordado es con plata.

Así podemos decir que el vestido es la pieza que entre los burgueses sustituía en muchas ocasiones al sagaleco y al jubón cuando estaba hecho de algodón, y al guardapiés y al jubón cuando estaba hecho de seda.

Los vestidos documentados aparecen en los dotes o inventarios de bienes de dos maestros del Arte Mayor de la Seda, un herrero, un empleado de correos, unos comerciantes de tejidos, unos mercaderes malteses, un maestro calcetero y un maestro abaniquero, todos ellos domiciliados dentro de la ciudad, no apareciendo ningún vestido en la Huerta.



LA COTILLA.

Esta pieza cubría el cuerpo hasta la cintura, conocida también como cosset, corsé, coteta y sobre todo como justillo, que es el nombre más generalizado en los documentos. La construcción de la cotilla es la misma que la del jubón, por lo general muy escotadas en el cuello. Había dos tipos de escote: uno cuadrado y otro redondo, dejando ver en ambos el nacimiento de los pechos; el borde del escote quedaba rodeado por una guarnición de encaje que llevaba la camisa; la tela se conjuntaba de tal modo que la pieza quedaba muy ajustada y entallada. Al sobrepasar la línea de la cintura los diferentes cuerpos de la tela que forman la cotilla no van cosidos unos a otros, sino sueltos, a modo de unas faldillas almenadas, llamadas aletas, aldillas o andillas; para ceñir y ajustar la pieza al cuerpo se utiliza un cordón o alfalel, que pasando por unos ojales aprieta oprimiendo el cuerpo y elevando los pechos; para dar una mayor consistencia en la acción del ceñido armaban la tela con barbas de ballena, cañas o ramas de olivo, esparto o incluso con paja de centeno. Un elemento decorativo que al mismo tiempo refuerza la cotilla es la piel o «badana» que se suele colocar en el borde del escote.





Colocándose el pañuelo.  Fotografía que nos sirve para ilustrar la cotilla o justillo, además de ofrecernos detalles del resto de prendas. La cotilla, es reproducción fiel de un ejemplar antiguo procedente de Aldaya.


La diferencia del jubón y el justillo consiste en que el justillo no lleva mangas, dejando ver las de la camisa, que aparentan farolillos guarnecidos con encaje.

En las mujeres de la Huerta las telas lisas de seda usadas en las cotillas representan el 35%; las ricas telas, con dibujos de basta, espolinadas o adamascadas, el 39%. En cambio en las mujeres de la ciudad, destaca la poca utilización del espolín, que no está representado en ningún caso. Esto viene a demostrarnos algo que ya habíamos comentado anteriormente. La cotilla o justillo, es entre las labradoras una prenda exterior y que debido a la poca tela empleada, se pueden permitir el lujo de utilizar las de mejor calidad. Otro detalle que nos indica esta diferencia, es que entre las de la ciudad, encontramos mayor porcentaje de lienzo, mientras que entre las labradoras solo representa un 3,47%.




Referente a los colores, el rojo es el más utilizado, el 34%; el azul, el verde y el morado le siguen a cierta distancia; el blanco sólo aparece en lienzos y en algunas telas de seda para espolinar sobre ellas; hay además algún color como el ojo de rey, que no sé a cuál corresponde.




Las guarniciones son un 28% del total. En las mujeres de la ciudad hay que destacar la poca abundancia en los inventarios, lo que indica su poco uso.




LA MEDIA COTILLA.

Cuando realice este trabajo, me encontré con algunas piezas que llamaron mi atención, ya que nunca había oído hablar de ellas. Entre ellas estaba la media cotilla, una pieza que por su nombre daba a entender que le faltaban algunos elementos para considerarse como entera. En aquel momento y dada mi poca experiencia, no me atreví a hacer ni practicamente conjeturas. Hoy a pesar de no haber encontrado documentación para aseverar nada, he llegado a algunas conclusiones. Asi pues, practicamente casi todo esto es añadido a la edición de 1982.

Esta pieza debe de ser practicamente la misma que la cotilla, sólo que no llega a cubrir el pecho por delante y le faltan los tirantes, lo que hace que se vea gran parte de la camisa. Todas las que hemos localizado  en los documentos aparecen entre mujeres de la Huerta. Los materiales suelen ser los mismos que para las cotillas, probablemente de retales sobrantes de otras prendas, o incluso probablemente de desperdicios desechados en el propio telar y que las labradoras obtenían a más bajo precio.





Mujer de Usini. Cerdeña. Alessio Pittaluga. 1828. Cagliari. Colección Piloni.

En realidad se trata de una prenda sobre la que por el momento, poco puedo aportar. Pienso que debia tratarse de ese tipo de justillo que he comentado y que aparece en belenes napolitanos del XVIII-XIX, pero que por el momento no tengo ninguna documentación que lo demuestre. Algunos pintores costumbristas italianos, lo han representado hasta epocas muy recientes, como es el caso de Eugenio de Blass.

En la imagen está representada una mujer sarda, de la zona de Cagliari, de donde se tenia gran relación comercial con Valencia, hasta el punto de que además de existir muchos comerciantes Valencianos establecidos en Cagliari, había notarios valencianos que ejercieron en ambos lugares. Tengo previsto hacer un estudio de la documentación notarial de los notarios valencianos establecidos en Cagliari.


EL JUBÓN.

Es otra pieza del vestido externo de la mujer, que cubre el cuerpo hasta la cintura, diferenciándose de las anteriores sólo en el hecho de tener mangas. Su construcción es en todo la misma que la de la cotilla.

Referente a las mangas, tenemos tres modelos diferenciados: el primero, con mangas largas hasta las muñecas, o incluso cubriendo parte de la mano; solían ser muy ajustadas, abriéndose en un lateral de la muñeca, donde se abrochaba con unos botoncitos o manzanetas, que solían ser de plata; el segundo modelo, de mangas cortas hasta los codos, llevando en la manga una guarnición de encajes, por lo general dobles, uno blanco y otro negro; el tercer modelo, con mangas entremedias, que cubrían el brazo un poco más de los codos, y al igual que los otros modelos era de mangas estrechas y ajustadas al brazo, estando construidas con la forma de éste.

La designación de jubón para una pieza femenina parece corresponder a la segunda mitad del siglo XVII (16), siendo durante los siglos XIV a XVII una prenda exclusivamente masculina. Las prendas que durante este período sustituirán al jubón son el «gonet» y el «coçet»(17).

Costumbre frecuente tanto en los jubones como en las cotillas es colocar en su parte delantera una tela de color diferente al resto de la pieza, que parece ser conocido en los documentos como jubón «a la operanta».





Jubón de terciopelo de fondo de color negro, con la punta delantera roja imitando un petillo. Lleva doble guarnición en las mangas. Fue adquirido en anticuario, que dijo proceder de Villar del Arzobispo. Colección Ferrandis-Bermejo.


Las labradoras de la Huerta utilizaban los tejidos lisos de seda de baja calidad, representando éstos un 15%; los lisos de seda de escuma son un 25%; los que llevan dibujos de basta o espolinados son un 4%; los terciopelos con o sin muestra son los más abundantes, con un 41 %; los de algodón y cáñamo no llegan al 2%; los de lana son un 5%. En la ciudad las telas son de mayor calidad, siendo las más utilizadas las sedas lisas, un 40%, y los tejidos de algodón y lana, que representan un 20%.




En la Huerta el color más abundante es el negro, con un 44%; el morado, con un 12%; los otros colores son poco representativos. En la ciudad los colores son muy similares, aunque haya un gran número de indeterminados.




Detalle de un jubón de manga a la sangradura, reproducido con u raso para tapiceria, con puntas de damasco rojo y doble guarnición de encajes en las mangas.


Las guarniciones en la Huerta son casi siempre de los tiradores de oro, llevan ésta un 50% de los jubones con guarnición que son un 37% del total, entre las guarniciones metálicas el oro representa un 60% mientras que la plata es el 40%; son también utilizados los agradables, galones y cordoncillos, siendo poco frecuentes las puntillas. La guarnición de pelfilla representa el 9% de las guarniciones, aparecen siempre sobre telas de color yen todos los casos en mujeres de Aldaya. Las guarniciones de bollados siempre aparecen sobre telas negras de terciopelos lisos o de muestra siempre en mujeres de Alaquás y Aldaya, representando un 11 % de los jubones guarnecidos. La guarnición de encajes representa un 21 %, e iba sobre las mangas y bordeando el 
escote. En la ciudad de Valencia las guarniciones son poco frecuentes, menos de un 9070 del total de jubones, siendo siempre de encaje.





Otros detalles de interés son las decoraciones de las telas, las rayadas sobre telas de tercipelo (18), las mostreadas, los dibujos bordados bien de estrofa o espolinados; no obstante, las telas lisas son las más empleadas en la confección de los jubones.



EL PETILLO.

Es una pieza delantera para complementar el jubón o cotilla, que se colocaba en el pecho tapando la camisa cuando el jubón no lo hacía del todo. Su origen debe ir ligado a la aparición de los corpiños, después de la desaparición del cuerpo de ballenas o de madera que se utilizó en el siglo XVII.

Solo lo encontramos en siete casos, en dos de ellos se especifica que son de seda carmesí; en otros dos no se especifica nada sobre el tejido y son de color azul; el quinto es de filipichín, es decir un tejido de lana fina; en el sexto es de llençet y en el ultimo, no se hace referencia ni a tejido, ni a color. Por cierto que en uno de los casos se indica que es acotillado.

De cualquier modo esta pieza está muy poco estudiada y no sé con exactitud en qué ocasiones se utilizaba. Esta pieza de ropa, al igual que la media cotilla, no aparece en ningún inventario o dote de mujeres de la ciudad de Valencia. O mejor dicho en dos de los casos que lo hace, es en las huertas de las afueras: Huerta de Patraix y la Creu desmochada, situada junto al camino de Picassent.



EL PIRRO.

El nombre de pirro es una deformación de la palabra francesa «pierrot», nombre que recibía allí. Es bastante dificil definir, mediante los textos, el papel exacto del pierrot, que se usó en Francia desde 1784 aproximadamente hasta la Revolución. Tampoco sabemos en que momento se establecio su uso en España, pero en el primer documento en el que me aparece es del año 1796, en el dote de la mujer de un herrero. Parece que fue un caraco o per lo menos, una pequeña prenda utilizada como dicho jubón femenino, pero con un corte y unos adornos de mucha fantasia. El pirro era una especie de jubón suelto o blando que caía a modo de una chaqueta, y que llevaba una sobrefalda o faldón que cubría hasta las caderas.

Solo he podido encontrar el pirro en las relaciones de ropa de las mujeres de la ciudad; también es de hacer notar que en algunos de los casos, son mujeres de ascendencia extranjera. De los cinco casos en que me aparece la prenda, dos son de tejido de seda, dos de lana y uno de musolina. En uno se dice que es negro y en el otro rayado.


BATICA Y DESABILLÉ.

En principio se debería pensar en  una prenda, que consistiria en una bata corta para estar por casa. Solo las encontramos en dos documentos de la ciudad, pero a pesar de creer que puede tratarse de una misma prenda, me sorprende que en ambos documentos aparecen por separado.
La mujer de Antonio Cocú, posadero de origen francés, aporta a su dote: Un desabille y basquiña de droguetillo , otro de cotonia y otro de calacá. Al mismo tiempo una batica y un guardapies de zaya azul; otra  y zagalejo de indiana de indiana.
El resto de citas, proceden de inventarios de bienes y prefiero no aventurarme a decir nada de ellas.


TABARCINA.

 En los documentos aparece como tabarquina o tabarcina, debe de tratarse de una especie de jubón, ya que en los documentos en los que está presente no suelen aparecer otros cuerpos. Podría tratarse de la forma antigua tabardina, que mas tarde generó gabardina y que era una especie de tabardo. Todos los ejemplares que he podido localizar en los documentos son de finales del siglo XVIII.

Me aparecen un total de nueve citas, repartidas tanto por la Huerta como en la ciudad. Con referencia a los tejidos, no hay ningún predominio claro, ya que nos encontramos con sedas, lanas, algodones y lienzos. Lo mismo ocurre con los colores, ya que las encontramos negras, plateadas, rosa y rayadas. En dos ocasiones van guarnecidas con oro.




EL DELANTAL.

De forma rectangular, con mayor o menor tamaño, se sujeta a la cintura con unas cintas o pretina, cubriendo toda la parte delantera de la falda, resguardándola para que no se ensucie. Su origen parece ir ligado a las faldas con cuerpos sueltos; la primera vez que lo podemos observar es en un códice del siglo XVI (19), donde unas mujeres de Astorga y Navarra lo llevan junto con la basquiña.




Imagen del Codice Madrazo-Daza. Representa a varias mujeres de Astorga, que llevan delantales. Conservado en la Biblioteca Nacional.

Su tamaño parece haber sido muy variable en todas las épocas; están en relación con el uso al que iba a ser destinado: si era para las faenas del hogar se hacía grande, mientras que si era como adorno su tamaño quedaba bastante reducido. Aunque en cualquier testimonio de tiempos pasados como pinturas, paneles de cerámica, grabados, etc., los podemos observar anchos, estrechos, largos, cortos, poco fruncidos, mucho, etc.




Delantal de mosolina bordada con ramajes a punto de cadeneta. Procede de Aldaya.
Colección Ferrandis-Bermejo.

En la Huerta el tejido más utilizado en los delantales es el algodón, que liso o pintado representa un 60%; los de cáñamo o lino son un 26%; la seda es poco frecuente, un 12%; mientras que la lana casi no aparece. 

En la capital los algodones no son tan abundantes, algo menos del 40%; el cáñamo y el lino son más frecuentes que en la Huerta, un 34%; la lana no aparece; la seda, en porcentajes similares a la Huerta, un 13%.


 Con referencia a los colores, tanto en la huerta como en la capital coinciden casi totalmente y son el blanco, el negro y pintados: blancos un 60%, negros un 8%.



Las guarniciones en la Huerta, no son frecuentes, sólo un 12%; más abundantes son los que llevan randa o puntilla, farfalán y cintas. Las telas decoradas suelen ser algodones pintados, o el Cambray que aparece a menudo con bordados.

Las guarniciones en la ciudad son escasas, un 7%, y las decoraciones de las telas son menos abundantes, sobre todo los algodones pintados. Es de destacar que el negro siempre aparece sobre géneros de seda, así como el azul, también hay que destacar que en los dos casos que aparece la estameña, ésta es negra.




EL PAÑUELO DE CUELLO.


Es un trozo de tela cuadrado, que se pliega a modo de triángulo, aunque podía construirse desde un principio en forma triangular, denominándose entonces medio pañuelo. Lo llevaban las mujeres al cuello dejando que cayese el pico sobre la espalda, mientras que las otras dos puntas pasaban por encima de los hombros, cruzándose sobre el pecho, donde en algunas ocasiones se ataban, en otras se introducían por el escote y en las más de las veces se sujetaban a la cintura.

No conozco con certeza el origen del pañuelo; ya Jaume Roig, (20) nos habla de «uns vells draps de coll», que no sé si corresponde exactamente al pañuelo o a un tocado que cubría la cabeza y que después de tapar el cuello por delante y por detrás, colgaba en forma de punta sobre la espalda. Del siglo XVII tenemos un cuadro de la iglesia de San Juan del Hospital, hoy desaparecido, que representaba a la emperatriz de Nicea Constanza de Hobenstauften (21), que llevaba un pañuelo al cuello.




Pañuelo de cuello de mosolina, con bordados a punto de cadeneta y deshilados.
Procede de Aldaya. Colección Ferrandis-Bermejo.

Los pañuelos eran por lo general blancos, aunque aparezcan algunos con otros colores. Los que actualmente hemos podido localizar corresponden a finales del siglo XVIlI y primera mitad del XIX (22); suelen estar bordados a punto de cadeneta, con hilo blanco, de oro, plata y en algunas ocasiones con hilo de color rojo.

Los temas decorativos suelen ser florales enlazados con ramajes, y en algunas ocasiones con otros elementos sueltos como palomas, pájaros, cestas de flores, etc. Otras decoraciones también muy empleadas son las vainicas o deshilados bordeando el pañuelo y paralelas al borde, que cruzándose forman cuadros, dentro de los cuales aparecen los temas sueltos antes citados. Como guarnición suelen llevar randas o puntillas y en algunas ocasiones lentejuelas.




El algodón era el tejido más utilizado, un 44% de los casos; los lienzos de lino o cáñamo, en un 22%, y las sedas, en un 10%. El color casi exclusivo es el blanco, el negro en menor cantidad. Las guarniciones de randa o encaje no son frecuentes, así como los bordados, ocasionalmente aparecen pintados a rayas o con flores, sobre algodones y lienzos. En la ciudad las cifras son muy similares en cuanto a tejidos y colores; hay un mayor número de pañuelos bordados, algunos con oro o plata, hecho que no se da ningún caso en la Huerta. Los bordados siempre se dan sobre tejidos de algodón, excepto en un caso sobre seda y en otro sobre lienzo.



LA CORBATA.

Entre las ropas de la mujer aparece con cierta frecuencia la pieza llamada corbata, ya utilizada en el siglo XVIII, tanto entre los hombres como entre las mujeres; está en plena vigencia entre las labradoras de la Huerta durante el siglo XIX y en menor número entre las de la capital.

Se dice que su popularización se debe a una cantante de ópera que la utilizó en una representación en París, expandiéndose más tarde a Europa y a España. El nombre de corbata parece ser una deformación de croata, al haber sido un regimiento de croatas los primeros en utilizarla, según dicen los historiadores.

No tenemos por el momento ningún ejemplar fisico conocido que haya llegado a nuestros días, aunque sí que se puede apreciar en algunos grabados y pinturas. Debía de tener un largo de 140 cm y una anchura de unos 20 cm, en los extremos en algunas ocasiones llevaba una guarnición de encaje.

En los documentos aparecen 10 ejemplares en la Huerta, que son dos de cambray, tres de lienzo fino, dos de mosolina, uno de lienzo casero, uno de batistilla y el ultimo no se indica. En la ciudad solo aparecen dos ejemplares, en lo que no se indica el tejido.



VUELOS.

Es una de las piezas que por el momento tenemos menos conocida. Consistían en una especie de bocas de manga de buen tamaño, que bien podían ir sueltas o bien cosidas a la camisa o al jubón.

El material más utilizado es el lienzo en sus distintas calidades, algodón y seda, aunque hay un gran número de indeterminados que imposibilitan llegar a un mejor conocimiento; hay que destacar la mayor frecuencia en la Huerta que en la ciudad.

En los documentos de la Huerta aparecen un total de 26 ejemplares de los que en 18 casos no se indica el tejido. Los restantes son: 4 de clarin, uno de batistilla, uno de lienzo fino, uno de mosolina y otro de tafetán de seda. En 6 casos van guarnecidos con encajes. En la ciudad se citan tres, en solo un caso se indica el tejido que es la batistilla y en dos casos están guarnecidos con encajes.



LA CAPETA.

Es otra pieza poco conocida, parece las había de dos tamaños; era una especie de esclavina, de la que no sé si tenía o no cabezón. Sin cabezón existe en el Museo Rocamora de Barcelona (23) un ejemplar muy similar a la que nos aparece en los documentos.


Los tejidos más abundantes son las lanas, lógico al tratarse de una prenda para el abrigo o para protegerse de la lluvia. En la ciudad tenemos además géneros de poco abrigo como el algodón y la seda. Los colores más empleados son el rojo o grana, azul, perla, blanco y negro. Decoración frecuente es la de manchas redondas pintadas sobre la tela, el bordado sobre la mosolina, en un caso aparece guarnecida con piel de martas, hecho rarisimo pues esta piel solo estaba reservada a las personas reales (24).



LA MANTELETA.

Es una pieza similar a la capeta; en sus inicios en el siglo XVIII tenía una capucha, más tarde evolucionó hasta convertirse en una esclavina, con unas puntas alargadas que caían sobre el pecho.

Es de notar en el vestido de la fallera, que se le da el nombre de manteleta a una pieza extraña, mestiza entre el pañuelo de cuello (del que guarda la forma triangular y los bordados) y la auténtica manteleta de finales del siglo pasado (de la que tiene similitud en los materiales); esta pieza mestiza no es propia valenciana, sino que fue general su uso en la segunda mitad del XIX entre las clases adineradas, pudiéndolo observar en algunos retratos del último cuarto de siglo (25). Esta moda que salió del territorio español fue conocida en el extranjero como mantilla a la española.

Sobre la auténtica manteleta no disponemos en el presente de ningún ejemplar antiguo y las citas escritas son muy escasas; parece corresponder a una especie de chal, hecho con tela de seda, colocado sobre los hombros a modo de capa, probablemente con capucha.

Sólo tenemos noticia en la documentación de tres manteletas. Una en la dote de la mujer de un herrero de Valencia (que para el resto de la dote se apreciaba una diferencia con el vestir de las labradoras), que tenía una manteleta de seda color aurora. Otra en el inventario de bienes a la muerte de Ramón Roig Rulat, comerciante de tejidos, procedente de Cataluña; encontramos entre las prendas de su difunta mujer una manteleta, sin otras especificaciones. Y una tercera entre los bienes de Francisco Miele, hombre adinerado, con bienes en Valencia, Albal y Silla, entre otros lugares; al describir las piezas de ropa de su mujer aparece una manteleta de color canela. Todo lo aquí dicho viene a demostrar que era una pieza propia de las señoras de la ciudad y que nada tiene que ver con lo que en el vestido de fallera se ha dado por llamar indebidamente manteleta.



EL MANTO.

Desde muy antiguo ha venido utilizándose la pieza que ahora conocemos por manto o mantellina. Es una pieza de tela de forma semicircular o rectangular, que se colocaban las mujeres sobre la cabeza o sobre los hombros, dejándola caer sobre la espalda. Los nombres de manto, mantellina o mantilla a lo largo del tiempo parecen haber diferenciado a la misma pieza, según el tamaño. En primer lugar hablaremos del manto; es de grandes dimensiones; en el siglo XVI los había de siete u ocho varas de tela, por lo que al colocárselo a la cabeza iría arrastrándo casi por el suelo. En los siglos XVIII y XIX este manto es casi exclusivamente negro, utilizándolo sólo para los duelos. 

Más modernamente se han utilizado unos mantos de luto de forma rectangular, que posiblemente no serían muy diferentes de los que estamos citando. Se colocaba sobre la cabeza dejando ver solamente los ojos, cayendo por la espalda y sujetándose las puntas con los brazos.

En la Huerta la mayor parte de las basquiñas suelen llevar mantos a consonancia, el 56% lo llevan. El tejido empleado es exclusivamente la seda, sobre todo los tafetanes normales o de lustre. Sólo en dos casos lleva guarnición de encajes. Asi pues, encontramos un total de 19 mantos de los que 10 son de tafetán de lustre y otros cuatro en los que se indica simplemente tafetán, pero que bien podrían ser tambíen de lustre; otros tres lo son de tercianela, uno de alafaya y otro de nobleza.

En la ciudad no encontramos ningún manto, aunque el número de basquiñas es muy superior proporcionalmente a las de la Huerta, lo que me hace pensar que era una prenda ya exclusiva de las labradoras, y arrinconada ya por el cambio de la moda entre las mujeres de la ciudad.



LA MANTELLINA.

En los documentos aquí estudiados no suelen hacerse distinciones entre las mantellinas, por lo que parece que sólo había un modelo. El problema es saber cuál era éste, aunque si tenemos en cuenta que las mantellinas de encaje o con grandes guarniciones de encajes corresponden a la moda española del siglo XIX, nos descarta las mantellinas conocidas actualmente como de terno.

Por otra parte los documentos nunca hablan de mantellinas de encaje, y las que lo llevan como guarnición no son muy abundantes. Los modelos más antiguos son los redondos y rectangulares, el imperante en este período sería el conocido como mantellina redonda o de media luna, esta ultima denominación aplicada ultimamente.

La mantellina en esta época era una pieza de utilización cotidiana para salir a la calle o incluso para estar por la casa, y no exclusivamente para actos religiosos, como lo sería más tarde. Es una pieza muy abundante en los documentos, apareciendo en cantidades similares o superiores a los delantales y a los pañuelos de cuello, jubones, cotillas y sagalecos. Entre las mujeres de la ciudad es tan abundante que sólo la supera la camisa.



Por desgracia la fotografía de la edición original que era de una mantilla de Aldaya, propiedad de José Ramón Sanchis, no se ha podido recuperar y me he visto forzado a utilizar como ilustración un cuadro de Lorenzo Tiepolo, en el que aparecen dos mujeres con mantillas similares.

En la Huerta las telas más utilizadas son las de lana, un 73 %; el algodón, en un 19%; la seda, sólo un 4%. Los colores no suelen estar determinados: el más abundante es el blanco, un 21 %; el negro, un 5%. Estando guarnecidas, un 29%, siendo por igual de cinta o de encaje.




Como casi siempre, las cifras de la ciudad son diferentes: la lana aquí sólo representa un 13 %; el algodón, un 42 %, Y la seda, algo más del 21 %. Los colores son por igual el negro y el blanco, algo más el primero. Están guarnecidas en un 30% de los casos, siendo más frecuentes las guarniciones de encajes y no apareciendo la de cinta. Los bordados son más abundantes, casi siempre sobre mosolina y en una ocasión sobre franela. Entre las bayetas empleadas las hay de distintas clases: fina, ensofrada, prensada y de alconchez. El color negro siempre se da en géneros de seda o lana. En dos casos aparecen mantellinas de «tobaya», es decir, rectangulares.



LAS MEDIAS.

La media es una pieza usada por hombres y mujeres desde antiguo; hasta el siglo XVI se hacían de tela, luego se harían de punto, incluso con máquinas, proporcionando medias a precios muy económicos que abastecieron a todas las clases sociales. Desde el siglo XVII es frecuente engalanarlas con bordados y calados, perdurando hasta la segunda mitad del siglo XIX.




La labradora de la Huerta utiliza generalmente el material que tiene más a mano, en este caso la seda, en general la procedente del capullo roto, construyendo ella misma sus medias. Representando las sedas de baja calidad un 72%, las sedas finas un 10%, otros géneros de hilo y algodón aparecen en porcentajes casi inexistentes.

El color más utilizado es el rojo, que representa un 31 % del total y un 60% sobre los que se especifican; el blanco representa un 13%; otros, como el azul y el plata, en número insignificante. En la ciudad la seda representa un 23%, el hilo un 43% y el algodón un 11 %. El color más utilizado es el blanco, seguido del azul, rojo y plata.



EL CALZADO.


Está formado básicamente por el zapato y la alpargata. Aquí sólo vamos a hablar del primero, pues las alpargatas no se reflejan por su poco valor en los documentos.




Alpargatas de hilo de cañamo tintado de color azul, combinado con otro sin tintar.
Proceden de Domeño. Colección Francisco Zanón.


La forma de los zapatos era muy escotada, casi hasta el nacimiento de los dedos; el tacón de media altura, más ancho en la parte superior, estrecho en medio, ensanchándose en la base; el tacón estaba algo descentrado del talón, mas bien hacia el centro del puente del pie. En algunos casos los zapatos no llevaban tacón; para sujetarlos al pie llevaban unas cintas de seda. Detalle importante en los zapatos es que iban engalanados con cintas, madroños de seda, lazos y sobre todo hebillas de plata, con piedras de strass engastadas.




Zapato de seda con un floque de cintas de seda. Procede de Villar del Arzobispo.
Colección Francisco Zanón.


Tanto en la Huerta como en la ciudad el material más empleado para la construcción de los zapatos es la tela; sobre el conjunto en los casos en que lo especifica supone un 71%; la piel sólo es el 28% restante. En cuanto al color el más frecuente es el negro, un 62%; le sigue el blanco, un 18%, y otros colores, mucho menos representativos. Hebillas de plata sólo las hemos encontrado en tres casos, siempre en la Huerta.



Aparece un caso de botines de matablanco, no contabilizado entre los anteriores, que debía ser de las mismas características que los zapatos, con el cuello algo más alto y abierto por uno de los lados.



LA COFIA Y LA REDECILLA.

Con el nombre de cofia se ha designado tradicionalmente a un tocado de hombres y mujeres; durante los siglos XVI y XVII designaba asimismo a un tocado de tela o de red; más tarde, en el XVIII, designa exclusivamente a los tocados de tela y la redecilla a los tocados de punto o de red; en resumen, la cofia o redecilla es una bolsa o saco destinada a recoger el cabello.




Fotografía mostrando una cofia de punto y guarnecida con lazo. Aderezo compuesto de pendientes y gargantilla de plata y strass blanco y rosa, adquirido en anticuario. Pañuelo de cuello procedente de Aldaya. Colección Ferrandis-Bermejo.

Tanto una como otra tenían una cinta de seda que servía para fijarla a la cabeza con seguridad; un elemento característico de ellas son las borlas o arbozos que llevaban colgando en el extremo. Relacionaré seguidamente las cofias y redecillas localizadas entre la documentación siempre en la ciudad de Valencia, siendo inexistente en la Huerta: una cofia (sin más detalles), tres redecillas, una redecilla negra trepada de blanco y lila con un lazo, una redecilla azul guarnecida de gasas, una redecilla azul con su lazo, una cofieta de gasa de color azul y blanco, una cofieta de media grana, y una cofia negra de cinta.



LAS FALTRIQUERAS.

Llamadas también faldriqueras. No es frecuente que en los inventarios se reflejen estas piezas, debido al bajo precio o valor de las mismas; consisten en dos bolsillos sueltos que la mujer llevaba atados a la cintura por debajo de la falda, coincidiendo con las aberturas de la cinturilla. Debido a ello es por lo que siempre aparecen en juegos de a dos.





Faltriquera realizada con tejido de lana para mantas y alforjas. Procede de Aldaya. Colección Ferrandis-Bermejo.

Las que hemos localizado siempre ha sido en inventarios de mujeres de la ciudad; así tenemos: un juego de faltriqueras de indiana, un juego de faltriqueras de crea, un juego del faltriqueras de algodón, tres juegos de faltriqueras de lienzo rayado y cuatro juegos de faltriqueras (sin más detalles).



OTRAS PIEZAS AISLADAS.

Hay en los inventarios algunas piezas que no hemos podido clasificar debidamente, pues además de ser casos aislados son poco representativas, por lo que las relacionaremos sin más.

En la Huerta: dos sobaqueras de sarga fina, unas mangas sueltas de cambray, un drapito grana y un chaleco de mujer. En la ciudad: un chal a rayas, un camisón grueso para bañarse, un babosal, un pañuelo para la cabeza, unas mangas sueltas de sarasa, dos batas negras de seda, cuatro batas de lienzo de botiga.

Tambíen hemos encontrado algunas guarniciones destinadas a completar alguna de las piezas estudiaadas, pero sin estar colocadas sobre dicha pieza, por lo que simplemente las relacionaqremos: una guarnición de canutillos estrecha, una guarnición de cinta y una guarnición para guardapiés de cinta blanca bordada con lentejuelas.




ORFEBRERIA.

La orfebrería también hace aparición en los inventarios y dotes, por lo que pasaremos a relacionarla, pero sin hacer un estudio detenido en cada una de las piezas, pues ya son tratadas con amplitud en el detallado estudio hecho por Francisco Zanón Rodrigo, incluido en este libro.



AGUJAS DEL PELO Y PUNCHADORES.

Se trata sin ninguna duda de uno de los elementos mas identificadores del peinado valenciano. aunque se halla también presente en el de otros lugares de España, especialmente y en la época estudiada en Murcia. En la actualidad en el indumento murciano ha desaparecido. Lo normal del conjunto era la aguja formada por la espada y funda, pero en algunos casos se añadia el punchador, llamado taqmbien rascador o rascamoños.

En los documentos, solo nos aparece entre mujeres de la huerta, y podemos encontrar las siguientes: Cinco de plata con piedras, una de plata con piedras verdes, tres de plata sobredorada con piedras. En uno de los casos de las de plata con piedras lleva el punchador a juego.



PINTA.

Se trata del otro elemento identificativo del peinado de la mujer valenciana. Debio de ser mas corriente en la Huerta que en la ciudad. Se construian por lo general de plata y en muchas ocasiones se sobredoraban por una o las dos caras. Fue también muy caractreristica durante el siglo XVIII en el antiguo Reino de Murcia. Al igual que otras joyas, se consideraba regalo del novio y no solia reflejarse en las cartas de dote.

En los documentos, nos aparecen siete ejemplares, de los que cuatro se indica que son de plata; dos de plata sobredorada y en el septimo no se especifica.



PENDIENTES CON NOMBRE PROPIO.

Los mas corrientes, parecen ser los de "a uno". De ellos aparecen 4 ejemplares en la Huerta y uno en la ciudad.  De los cuatro de la Huerta en tres casos solo se inica que són de oro y en el otro no se da ninguna descripción. En el de la ciudad, se indica que es de oro y esmeraldas.

Tenemos también los de "a tres". Encontramos uno en la Huerta, que es de oro, esmeraldas y espejuelos y perlas finas. En la ciudad son dos ejemplares, pero sin mas especificación que el ser de oro.

De "lazo"o "lacito". Nos aparece uno en la Huerta, en el que unicamente se indica que es de plata sobredorada. En la ciudad aparecen dos ejemplares en el mismo documento, el uno es de esmeraldas y el otro de diamantes.

Barquillos. Solo nos aparecen dos entre las mujeres de la Huerta, el uno es de oro y perlas y el otro no da ninguna indicación.

Calabacitas. Solo aparecen en un caso y es en la ciudad y no se da ningún detalle de ellos.

Desaliños. Aparecen unos en la Huerta de plata sobredorada y otros en la ciudad, pero que no da mas detalles.

Además de todos estos, aparecen toda una serie de pendientes que por las descripciones son dificiles de catalogar y que prefiero dejarlos para otra ocasión. Y otros que aunque tienen alguna descripción, tampoco vamos a estudiarlos en este momento, aunque si vamos a relacionarlos.

En la Huerta tenemos dos partes de pendientes de oro con esmeraldas y perlas finas. En la ciudad de Valencia encontramos de oro con espejuelos, de similón con granos de cristal, de oro con piedras, de filigrana de oro guarnecidos con perlas finas, de piedras azules falsas, de perlas, de piedras de estras, de oro con colgantes de perlas finas, de diamantes, de azabache ensartado con plata.


COLLARES.

Encontramos un total de 14 en la Huerta, de los que seis son de perlas finas, cinco de perlas de nacar y tres no se especifica ningún material. En la ciudad apartecen cinco de los que cuatro son de perlas finas y uno de perlas falsas.

En algunos se indican las vueltas de cuello que tienen: así tenemos dos de dos ristras, uno de tres y uno de diez. Algo que nos sorprende es que en la Huerta abundan los collares de nácar, hecho que no ocurre en Valencia capital; estos collares llevan un lazo en tres de los casos, este lazo sería de seda, de unos 150 cm de largo, de los cuales parecen algunos que se conservan en Aldaya.



ANILLOS Y SORTIJAS.

En la Huerta se citan tres sortijas de oro y esmeraldas, mientras que en la ciudad hay cuatro de oro, tres de oro y espejuelos, tres de oro con piedras, una con nueve diamantes de tablas, una sin descripción, una con una esmeralda, otra con siete esmeraldas, una sortija miniatura con guarnición de perlas, una con piedras y diamantes, una de oro y diamantes y tres anillos de tumbaga de oro.




PULSERAS.

Las pulseras era costumbre llevarlas a parejas una en cada brazo; en la Huerta no nos aparece ninguna y en la ciudad de Valencia dos casos: unos brasiletes de perlas y unas manillas de piedras azules falsas, lo que demuestra el poco uso en el adorno de la mujer de este período.



CRUCES DE PECHO Y PIEZAS DE CUELLO.

En la Huerta aparecen relacionadas una cruz de plata sobredorada con espejuelos, una cruz de oro con esmeraldas, una cruz sin más y una cruz de oro. En Valencia ciudad una pieza de cuello de plata sobredorada, un lacito, una cruz de diamantes, un lacito de esmeraldas, dos cruces de oro, una cruz oe piara con coreen ooraoo, una cruz de plata con espejuelos y un lazo de oro con espejuelos.



CADENAS, RELICARIOS, CAMPANITAS Y MEDALLONES.

En la Huerta tenemos constancia de una cadena con su corazón de plata, una cadena de oro con esmeraldas y siete medallas de plata. Por su parte en la ciudad se relacionan una cadena para el cuello de plata sobredorada, un relicario de oro con el lignum crucis, un relicario de plata, dos relicarios más de plata, una cadena de gancho, seis medallas y dos relicarios de plata, una cadena de oro y filigrana de ocho palmos, dos medallas de plata, un relicario de plata con tapadera de vidrio, un medallón de filigrana guarnecido con perlas finas, un medallón con una miniatura guarnecido con piedras de estras, un medallón dorado, una cadena de similor con medallón guarnecido de piedras y un medallón con piedras azules falsas.



HEBILLAS.


Sobre los documentos es muy dificil precisar que hebillas son masculinas o femeninas, ya que las descripciones son para ambos casos las mismas. En ellos aparecen un total de 13 pares de hebillas de zapato, de las cuales tres son en la huerta y el resto en la ciudad. En todos los casos son de plata y en uno de ellos están guarnecidas de piedras falsas.




Hebillas de plata y piedras falsas. Conservadas en su soporte original, ya que nunca fueron utilizadas. Colección Ferrandis-Bermejo.



ROSARIOS DE CUELLO Y DE MANO.

En este período los rosarios se llevaban bien colgados al cuello o bien en las manos; los citados en la documentación para la Huerta son un rosario de la Casa Santa estrellado, un rosario con dos medallas de plata, un rosario de manos, un rosario de cuello. En la ciudad son un rosario de nácar con cruz de nácar con plata sobredorada y borla de oro, un rosario de piedra azul con dos medallas de plata y borla, un rosario de piedra blanca con dos imágenes y una medalla, un rosario con medalla de plata, un rosario de la Casa Santa con cuatro medallas de plata, un rosario con una medalla de plata, tres rosarios de mano con sus medallas de plata, un rosario con su medalla de plata, un rosario de cristal con borla de oro y tres medallas de plata, un rosario de cristal con borla de oro y medalla de plata y un rosario de piedras con medallas de plata.





Rosario de cuentas de abalorio, probablemente venecianas, de color rojo y pintas de diversos colores. Uniones malladas y cruz de plata sobredorada. Procede de Aldaya. Colección Ferrandis-Bermejo.



ABANICOS.

Aparecen en los inventarios como abanicos, abanitos o abanijos.

En la Huerta tenemos un abanico con tela de papel, y cuatro abanicos sin más detalles. En Valencia un abanico de marfil embutido de oro, un abanico de marfil, un abanico de marfil bordado y 27 abanicos sin otro detalle.




Abanico caracteristico de la epoca estudiada. Realizado hueso y pintado con escena galante. Colección Ferrandis-Bermejo.



OTRAS JOYAS.

En la Huerta aparecen varios botones de plata para jubón, doce botones de plata y en otro documento varios botones de plata. En la ciudad: ocho botones de oro de filigrana, cuatro broches de oro, un reloj a lo francés de oro con guarnición de perlas, una ristra de perlas de nácar, dos ristras de granates, un reloj guarnecido con piedras y un reloj de plata para la faltriquera.



LOS PRECIOS DEL VESTIDO.

A modo de título orientativo voy a relacionar los precios que alcanzan cada una de las piezas una vez confeccionadas, pues suele constar su valor al relacionarlas tanto en los inventarios como en las dotes. Los precios estan expresados en moneda valenciana de libras y sueldos:

La camisa:
- De lienzo casero, 2 £ 5s.
- De lienzo de botiga, 5 £ l0s.
- De Cotanza, 2 £. l0s.
- De Naval, 4 £.
- De Grenoble, 3 £ 4s.
- Guarnición de camisa, l £ l0s.

Las enaguas:
- De lienzo casero, 2 £ l0s.

Los guardapiés:
- De Alducar, 9 £.
- De Hiladillo, 7 £.
- De Melania, 10 £.
- De Alafaya, 10 £.
- De Tercianela, 10 £.
- De Nobleza, 10 £.
- De Espiguilla, 12 £.
- De Napolitana, 16 £.
- De Superior, 18 £.
- De Espolín, entre 18 £ y 23 £.
- La guarnición de plata para un guardapiés, 7 £.
- La guarnición de oro para un guardapiés, 9 £.
- Las guarniciones de tejido, entre 2 y 4 £.

Los sagalejos:
- De indiana fina, 3 £.
- De indiana gruesa, 6 £.
- De franela, 6 £.

- La guarnición de cinta, 2 £.
- La guarnición de farfalán, 4 £.


Las basquiñas:
- De Tercianela, 10 £.
- De Nobleza, 8 £.

Los vestidos:
- De género de seda, 26 £.
- De Calancar, 12 £.
- De Mosolina fina, 12 £.
- De Mosolina gruesa, 15 £.
- El bordado blanco de un vestido, 10 £.
- El bordado de plata de un vestido, 35 £.

Las cotillas:
- De Alducar, 2 £.
- De Hiladillo, 2 £.
- De Mosumana, 2 £.
- De Melania, 2 £.
- De Tafetán, 2 £ l0s.
- De Tapicería, 3 £.
- De Damasco, 4 £ 5s.
- De Espiguilla, 4£ 13s.
- De Espolín de seda, 4 £ 15s.
- De Espolín de plata, 5 £ l0s.
- De Espolín de oro, 12 £.

Los jubones:
- De terciopelo, 6 £ l0s.
- De Alducar, 4 £.
- De Melania, 4 £.
- De Tafetán, 6 £.
- De Mosumana, 5 £.
- De estampado, 6 £.
- De espiguilla, 6 £.
- De tercipelo de fondo, 9 £.
- De algodón o lana, 2 £ l0s.
- Las guarniciones al ser estrechas no son caras, oscilando entre l0s y 1 £ l0s.

Los delantales:
- De clarín, 2 £.
- De lienzo fino de botiga, l £ 5s.
- De Cambray, l £ l0s.
- De Naval, l £ 4s.
- De Cotanza, l £ 12s.
- De indiana, l £ 3s.
- De griseta, 2 £.
- De gasa, l £ l0s.
- De sarga, 2 £.

Los pañuelos del cuello:
- Los de diferentes tipos de lana, 16s.
- Los de diferentes tipos de algodón, l £ 15s.
- Los de diferentes tipos de seda, l £ 15s.
- Los medios pañuelos de cada tejido, algo más de la mitad del precio de los enteros.
- Los de algodón bordado de oro, 8 £.

La corbata, sobre l £ l0s.

Los mantos, sobre 3 £.

Las capitas de lana, 2 £ l0s.

Las mantellinas:
- De bayeta normal, 3 £ 6s.
- De bayeta ensofrada, 4 £ l0s.
- De mosolina, 2 £ l0s.
- La guarnición para una mantilla, entre l £ l0s a 2 £ l0s. 

Las medias:
- De alducar, 2 £.
- De seda esquejada, l £ 6s.
- De algodón, l0s.
- De hilo de Génova, l £ l0s.
- De seda fina, 2 £ 14s.

Los zapatos:
- De piel, l £.
- De Mahonet, l £.
- De seda, l £ 5s. ,



GLOSARIO.

Alafaya . Tejido de seda que antiguamente se fabricaba en Valencia y que era una variedad de tafetán. Se hacía de la mezcla de la seda y el alducar en todos los colores.

Alducar . Seda que daba el capullo defectuoso, ocal o manchado. Recíbe también este nombre la tela hecha en esta seda. Se consideraba inferior a la seda fina, aunque realmente despues de tejida no se apreciaba ninguna diferencia.

Algodón . Es la más importante de las fibras vegetales. La cantidad de tejidos que se producen de él es impresionante. El nombre en valenciano «cotó» procede del francés cotón, que a su vez viene del árabe Katan o qutun.

Amén . Tela por el momento indeterminada. Podría ser que fuera la misma tela que por aquel momento se producía en Valencia bajo el nombre de Amue.

Ante . Piel de ciervo curtida y adobada; al territorio español solía utilizarse la de corzo.

Arascot . Ver Escot.

Batistilla  . Tela de lino, originaria de Francia. El nombre parece venir de su inventor o primer fabricante, Juan Bautista de Cambray. Podía ser también de algodón.

Bayeta . Tela de lana poco tupida. A Valencia se tejían en esta época en Alcoy y Cortes.

Bayetón . Tela de lana igual a la bayeta pero más gruesa y basta. Se tejían en Onteniente, Bocairente, Alcoy, Ayora y Teresa.

Bobillo . Tela por el momento indeterminada.

Bombasy . También conocida en Valencia por Bambosi. Su nombre viene del griego bomby (seda).

Borlilla . Era una tela de poco peso, lisa o asargada, que se hacia con urdimbre de seda y trama de estambre. Era utilizada para las mantellinas y sólo se hacía en negro y blanco.

Cabezón  También cabezoncito. Nombre que recibe desde muy antiguo el cuello o tirilla de lienzo que bordea el escote de la camisa.

Cambray . Tejido de lienzo de lino. Su nombre procede del lugar donde se fabricó en un principio.

Calancar . Tejido de algodón pintado, procedente de la India. Los dibujos se hacían con una pluma, de donde le viene el nombre (Kalam en persa); los colores los ponían después a mano. El nombre completo en persa era Kalamkari.

Canale . Tela de punto que forma canales.

Cáñamo . Fibra obtenida de la cannabis sativa, desde hace muchos siglos en todas las regiones de clima cálido o caliente. En España la mejor producción era en la costa del Mediterráneo, sobre todo en Valencia. El cáñamo parece que fue traído a nuestras tierras por los sarracenos y su cultivo era muy generalizado según Bowles, Cavanilles, Humdoldt y Madoz, que nos dicen que es el cultivo de más importancia.

Cavenillo. Tela de lienzo, desconocida por el momento.

Clarín . Lienzo muy fino y blanquecino. Similar a la batista.

Cotanza . Lienzo entrefino muy empleado para la ropa interior.

Cordovan . Piel de cabra adobada y curtida. Se diferenciaba del tafilete en que sólo se curtía con casca. El origen de esta manera de curtir se origina en Córdoba, de donde procede su nombre. Se ha utilizado tradicionalmente para hacer zapatos.

Cotonia . Tela de algodón que hacía cordoncítos.

Crea . Lienzo de una textura mediana o entrefina.

Crespón . Tejido que antiguamente era de seda y que hoy también podemos encontrar en algodón. Consiste en una tela de superficie rugosa obtenida por un sistema de hilo tipo trama de dos hilos o más sometidos a una sola torsión.

Cristal . Tela de lana muy fina y algo lustrosa. Muy utilizada para las mantillas.

Chavalí . Variedad de lienzo fino.

China . Tejido de seda en el que la urdimbre se tintaba antes de tejerse. A pesar del nombre, el origen no está en China, sino en la India.

Diabolillo . Parece ser una variedad del diablo fuerte o pana.

Damasco . Rica tela de seda con dibujo entretejido a lo ancho. En los auténticos damascos, éste se hace con una trama de ligamiento de tafetán y el fondo con una urdimbre de raso. La urdimbre y la trama están formadas por hilos del mismo color y calidad.

Doblet. Especie de tafetán doble que no estaba permitido trazarlo más que en seda fina; se hacía en negro y en color. Estaba permitido darles lustres, pero no agua.

Droguete . Tela por lo general de lana, que es listada de colores y que sólo tiene dibujos de poco tamaño a manera de espolín. La lana empleada en Valencia solía ser el estambre.

Droguetillo . Variedad del droguete, seguramente muy fino y de un solo color.

Espinilla . Tejido de seda que se conocía también por espiguilla y que por el momento no sabemos seguro cómo era, pero que por los nombres se desprende que tendría un dibujo a manera de espina de pez o de espiga.

Eixellero. Trozo de tela cuadrado que se ponía en las camisas bajo las mangas. 

Escot . Lana de hilos largos y el hilo hecho con ella. Se hacía un torcido que se utilizaba para la urdimbre. Sarga manufacturada en Ascot. También se producía en picardía de menor calidad.

Escoti. Escot de más finura.

Estambre . Tejido en que tanto la trama como el urdimbre son de estambre.

Estameña . Es un tejido liso en el que se utilizan dos o más hilos tanto para la urdimbre como para la trama. La construcción es suelta, sin dibujo e igual para las dos caras. La tela de hábito es el mejor ejemplo.

Espolín . Tipo de tejido que solía hacerse de seda, semejante al brocado, pero en el que los hilos de la trama que no se utilizan pasan por la parte de detrás cubriendo la urdimbre sólo a lo ancho del dibujo. La lanzadera utilizada para hacer el brocado es muy pequeña y se le llama espolín y es por lo que la tela recibe ese nombre. En Valencia al siglo XVIII se conocen por verdaderos espolines los que se hacían sobre damasco; los que se hacían sobre tafetanes se conocen por «tafetans espolinats o primaveres d'argent», etc ...

Estampado . Cierto tejido que se fabricaba en Valencia, del que sabemos que se hacía tramado de la más fina seda.

Filipichi. Tejido de lana estampado.

Filoseda . Mezcla de lana y seda o de algodón y seda. Parece ser que sólo se utilizaba para géneros de aguja.

Franela . Tejido de lana muy fino.

Fondo rizo. Los terciopelos de muestra tenían distintas variantes, que eran: fondos rizados que en Valencia parece ser que sólo se hacían en negro. Fondos de raso que también se hacían sólo en negro, de rizo y felpa en negro para vestidos o en color para carrozas.

Gante . Lienzo crudo fabricado en la ciudad de Gante.

Gasa . Tejido muy fino y transparente que se podría fabricar de seda o de lino. La procedencia del nombre parece ser de Gaza, ciudad asiática que fue la primera productora; en Valencia comenzó a fabricarlas José Mondrego en el año 1769, a imitación de unos procedentes de Francia.

Gasa de humo . Por el momento pensamos que es el género que el colegio de Arte Mayor de la Seda denominaba mantos de humo.

Grenoble . Lienzo fino procedente de esta ciudad.

Griseta . Familia de tejidos de seda que comprende las Melanias, portuguesas, piñuelas y todo tipo de hermosillas.

Hiladillo . Seda de muy baja calidad, obtenida del capullo en el que se había completado toda la metamorfosis. Esta seda era seguramente hilada en la casa del labrador, que lo hacía de manera similar a la lana o algodón. Con este hilo se hacía un tejido que estaba proscrito por el Colegio de Arte Mayor de la Seda, pero que a finales del siglo no tuvo más remedio que aceptar para abaratar los vestidos de la gente humilde.

Hilo de Génova . Hilo que muy probablemente era de algodón y que procedía de donde lo traerían casi con toda seguridad los mercaderes malteses, que eran muy abundantes en Valencia.

Holanda . Lienzo muy fino y de buena calidad que desde la Edad Media se utilizaba para construir camisas y sábanas. Durante el siglo XVIll se producían a Valencia unos terciopelos conocidos también por Holanda pero que no tienen nada que ver con las telas que nos ocupan.

Indianas . Nombre que reciben todas las telas de algodón pintado que proceden de Asia. Esta familia incluye a los calicós, percales. sarasas, palampores, calamcares y otros. En principio fueron importadas de la India, por lo que tomaron el nombre de indianas; más tarde comenzaron a producirse en Catalunya, concretamente en el siglo XVIII, y en Valencia, donde sabemos que el suizo Juan Bovet estableció una fábrica que quedó destruida en 1793; asimismo se producían en Alicante y Elche.

Lana . Fibra importantísima obtenida de la piel de oveja. Fue probablemente la primera fibra que se hiló. Tiene una gran suavidad y si está bien tratada adquiere un aspecto sedoso y algo ondulado. Esta fibra tiene la virtud de ser muy caliente debido al mucho aire que contiene.

Lienzo . En Valencia se consideraba como lienzo del país el obtenido del cáñamo. El labrador de la huerta solía plantarlo en cantidad suficiente para abastecer a los pueblos y la ciudad. Se producían diversas calidades pero que realmente sólo se diferenciaban en la perfección del proceso de obtención y que daba: estopa, estopón, clarell, cerro, etc. La estopa i estopón se utilizaban para hacer cuerdas, y el cerro lo utilizaba el labrador para hilarlo en casa y hacer un tejido que recibía el nombre de «casero». El lienzo adquirido por los tejedores era convertido en las variedades de Taleguera, Flaquera, Mantera, Lliria Parella, Alforgera, . Marfeguera, Llanera, «sac d'arrós», Mortallera y Cabanilles. Entre ellas había una que era conocida como lienzo de botiga o lienzo fino.

Lienzo de la Cormiña . Procedente de La Coruña y que tenía el nombre deformado.

Lino . Es probablemente la más antigua de las fibras vegetales conocídas. En los terrenos de clima templado y húmedo el lino se cultiva para los tejidos y en los calurosos para obtener la semilla (linaza). Las fibras obtenidas solían tener unos 50 cm, que bien maceradas e hiladas dan unos hilos de máxima finura aunque el hilado sea manual. La extrema finura de los hilos permite obtener tejidos ligerísimos y de lujo tales como batistas, tules, gasas, encajes, blondas y otros.

Llencet.  Tejido por el momento no identificado pero que seguramente sería una variedad del lienzo de cáñamo o lino.

Madrid . Tejido por el momento indeterminado.

Mohonet . Tejido de algodón, muy fuerte y seleccionado para obtener ese efecto; por lo general era de color anteado; se fabricó primeramente en la ciudad de Nanquin, en China, pasando posteriormente a producirse en Mahón. Por su resistencia y color era idóneo para la construcción de zapatos.

Manresa . Tejido por el momento indeterminado; por lo que sabemos, sería de color negro.

Melania . Tejido que consiste en un ligamento de tafetán sobre el que se hacían estofas ordinarias de vasta.

Milflores . Tejido de cáñamo o de lino.

Mornel . Tejido por el momento indeterminado.

Mosolina . Tejido liso de algodón de textura muy fina. Menos compacto que el calicó y que podía blanquearse al máximo o también pintarlo. Su nombre procede de Mosul, en Mesopotamia. Era el tejido idóneo para hacer bordados sobre él.

Mosumana . Tejido de seda de calidad, que formaba rayas en gros de Tours. Fue invención de un tal Paulet para un fabricante de Lyón. Llamado Louis. Según Larruga era vendido por los gremios de Madrid y exportado hacia América según consta en la Balanza Comercial de 1792. Al parecer su producción española, estaba centrada en Valencia, donde consta que se hacian dibujos explicitos para confeccionar basquiñas. Asi aparece en los Concursos Generales de Ornato de Flores, estudiado por S. Rodriguez Garcia, en el Arte de las sedas valencianas en el siglo XVIII.

Napolitana .Tejido de seda de alta calidad del que no sabemos las características, pero que podría tratarse de un gro conocido en Valencia por los nombres de «Fort de China», «grodetur de gra gros» o «gro de Nápols».


Naval . Tejido de cáñamo o de lino.

Nobleza . Tejido de seda a manera de gro y que debía de ser de características similares o tal vez del mismo tejido que la tercianela. El 30 de mayo de 1760 se autorizó la producción de este tejido, hecho de media seda para utilizar en basquiñas y todo género de ropas sueltas en sustitución de principelas, camelotes y otras telas.

Ocal . Capullo de seda de baja calidad y que solía ser el que la larva no se había transformado del todo en crisálida, conocida por no hacer ruido al moverlo. Los manchados, los que tienen la crisálida muerta, los dobles que tienen dos crisálidas, los averiados en el transporte. De ellos se producía la seda alducar.

Pampolina . Posiblemente se trate del tejido nombrado popelina, que es un tejido de ligamento tafetán, hecho de algodones de distinto grosor, lo que le da un efecto de acordonamiento.

Paño de seda . Tafetán producido en Valencia a imitación del inglés e introducido en nuestras tierras sobre 1782 por Vicente Viñes.

Pelfilla . Especie de cordoncito de terciopelo hecho en telar. Los hilos de la urdimbre se estiran formando grupos y la trama es una hilaza vacía. Después se corta el tejido a tiras que se enrollan sobre ellas, haciendo a modo de cordoncito y quedando la trama tapando la urdimbre. Se utiliza para adornar telas.

Percal . Tejido de algodón de la familia de las indianas y que es el que da nombre a la familia de los algodones estampados.

Pell del diable. Tejido por el momento desconocido.

Pell de rata. Piel curtida que probablemente no correspondía a la del animal al que hace referencia.

Picote . Tela sargada de la misma familia que las sargas de seda y rasos de San Mauro. Se podían hacer de seda fina o de media seda y darles lustre.

Platilla . Especie de lienzo delgado pero de poca finura, conocido también por bocadillo. Se producía en Anjou y Picardía en los siglos XVII y XVIII. Eran estas platillas telas de lino muy blancas que Francia exportaba a España y costa occidental de Africa.

Punto de aguja . Bordado hecho a puntaditas pequeñas que cubren por completo el fondo. La misma clase de punto se utiliza en muchos bordados rurales y como adorno de vestidos y manteles.

Raso: Tejido de seda de superficie brillante y que presenta un revés mate. Ha sido tradicionalmente una tela rica. En el siglo XVIIl en Valencia se producían distintas modalidades de este tejido como: persianas, florentinas, rasos fijos de China, rasos de muestra y numerosos rasos espolinados, conocidos con diferentes nombres.

Rasillo . Variedad de raso de muestra, realizado con seda fina.

Sarasa . Tejido fino de algodón con dibujo estampado, generalmente dibujos y flores de colores claros y agradables.

Sarja . Tela de seda igual por las dos caras y sin dibujo. Los nombres con los que era conocida en el Colegio del A.M.S. eran sarja, rasos de San Mauro y picotes.

Sargueta . Tela de seda igual por las dos caras y sin dibujo. Los nombres con los que era conocida en el Colegio del A.M.S. eran sarja, rasos de San Mauro y picotes. Sarja fina, muy utilizada para las mantellinas, conocida además por sarcheta.

Satén . Tejido de raso fino. El nombre procede probablemente de Zayturn, en China, de donde es original.

Saya . Según Santiago Rodríguez García, era una clase de seda tejida a cuadros. Se hacían con todos los colores y también con oro y plata.

Sayal . Tejido utilizado para hacer los hábitos de las órdenes religiosas, conocido como estameña.

Seda . Fibra textil extraída del capullo del gusano de seda. Habían cuatro calidades: hilandera, hilandero, trama y alducar.

Seda esquejada . Véase hiladillo.

Superior . Tela no identificada por el momento.

Tafetán . Tejido liso de urdimbre con el mismo grosor que la trama, es la forma más sencilla de tejer. Este tejido se utilizaba como base o armadura a toda clase de tejidos, bien fuesen de algodón, lino, lana o seda. Podía usarse sólo o en combinación con otros, así sucede con los terciopelos y con todos los tejidos labrados. Procede de la palabra persa «taftan» que significa hilar. En la Valencia del siglo XVIII eran variedades de este tejido las primaveras o tafetanes espolinados, los tafetanes de vasta, los doble o dobletes, los rayados de China, los fuertes de China o napolitanas, el chamelotón o teletón, los tramados, los lustrosos, el bordadillo, los mantos de Sevilla, el torcidillo o requemado, etc.

Tapicería . Tejido no identificado, que podría tratarse de un terciopelo de fondo de color para tapizar muebles o carrozas.

Tercianela . Tejido de seda que forma cordoncito, también conocido como nobleza; tejidos muy similares eran la princesa y el grodetur.

Terciopelo . Tejido de seda con el pelo corto en el anverso y liso en el reverso.

Terciopelo de fondo . Variante del terciopelo, probablemente surgido en Génova. Es un tejido de fondo que podía ser de raso, tafetán o damasco, en el que el pelo y las lazadas sin cortar forman dibujo.

Terna . Tela no identificada, probablemente de lana.


  NOTAS.


1. ANTONI JOSEP CAVANILLES PALOP: Observaciones sobre la Historia Natural. Geografía, Agricultura, Población y frutos del Reino de Valencia, Madrid, 1797.


2.  J. E. CASTELLO TRAVER: El país valenciano en el censo de Floridablanca (1787), Valencia, 1978.


3.  ALEJANDRO LABORDE: Itinerario descriptivo de las provincias de España, Valencia, 1826.


4.   CARMEN BERNIS: Indumentaria española del siglo xv: la camisa de mujer, 1957.


5.   FRANCESC EIXIMENIS, Llibre de les dones maridades o Carro de las donas, edicióne s de 1495 y 1542.


6.  Contrato matrimonial entre el médico Jaime Torres y Esperanza Salvador de 14 de junio de 1504, encontrado por Rodrigo Pertegás y publicado por J. Sanchis Sivera en Almanaque de «Las Provincias», 1935.

7.   A pesar de que siempre los contaremos como encajes, cabe distinguir que hay dos tipos de encajes diferentes: los de bolillos y los de aguja. La palabra encaje en su origen solo designaba a las bandas destinadas a unir dos telas, pero pronto adquirió el rango de generico designando a todo tipo de labor calada.

8.  ANTONI JOSEP CAVANILLES PALOP: Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y frutos del Reino de Valencia, Madrid, 1797.

   9.   En mi estudio en preparación sobre la indumentaria valenciana del barroco.

 10.   FRAY  HERNANDO DE TALAVERA: Tratado de los pecados que se cometen en el vestir, 1477.

 11.   SEBASTIAN DE COVARRUBIAS, Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid, 1611.

 12.   Al decir mantilla quiero significar que era una especie de falda abierta y no una  prenda para la cabeza.

 13  JULIO MAS, Artesanía textil e indumentaria típica del Campo de Cartagena. Etnoloeia y tradiciones populares, 111, Institución Fernando el Católico, Diputación Provincial de Zaragoza, 1977.

14.  Cuentas de Gonzalo de Baeza, tesorero de Isabel La Católica, 1498. Ediciones A. de la Torre, Madrid, 1956.

15.   Obra citada.

16.    JOSÉ MARTiNEZ ALOY en su Geografía del Reino de Valencia nos habla de un «gipó de drap» que figura en un inventario realizado en el Castillo de Borbotó y otro de 1514 de «vellut », sobre los cuales he consultado los documentos originales y pienso que se trata de prendas masculinas.

17.  En mi estudio en preparación sobre la indumentaria valenciana del Renacimiento ya estudiaré con detenemiento estas piezas.

18.  El terciopelo rayado se hacía con telares diferentes a los otros terciopelos, pues en un inventario de un «mestre velluter» de Valencia consta entre otras piezas un telar de terciopelo rayado con todos sus aparejos.

19.   Códice Madrazo-Daza, propiedad particular, Madrid, Publicado por Carmen Bernis.

20.   «L'Espill», «Libre de les dones» o «Libre de Concells», titules por los que es conocido el mismo libro de Jaume Roig, escrito en 1460.

21.   FERNANDO LLOCAR DiAZ: Una fundación del siglo XIII, San Juan del Hospital de Valencia. 1930.

22.  Es posible que los ejemplares conservados sean precisamente los de más lujo, que justificaría su conservación en la actualidad.

23.    Museo de indumentaria: Colección Rocamora, Barcelona, número catálogo 17.208.

24.   La piel de marta con sus variantes estaban destinadas a las personas nobles, alcanzando precios extraordinarios, por lo que dudo que se pueda aquí tratar de auténtica marta.

25.    La Marquesa de Manzanedo.  Museo del Prado.  Madrid, Madrazo. 1875.

2 comentarios:

  1. Hola Vicent.
    Sòc Cris. Estic pegant una miradeta al blog i és molt interessant. Enhorabona pel treball.
    Ah, dis-li a Paqui que està molt guapa a les fotos.
    Ens vegem per Bocairent.

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  2. Impresionante, es un placer encontrar a gente tan esmerada en la obtención y distribución de información de nuestro pasado. Muchas gracias

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